Madurar no solo es necesario en la vida de cualquier persona, sino beneficioso, y más en el ámbito de la pareja. El camino hacia la madurez en su más amplio sentido pasa por alcanzar primero la madurez emocional (en la que conectamos nuestros sentimientos con los de nuestra pareja), después la madurez racional (necesaria para gestionar nuestras emociones), a continuación la madurez profesional (para asumir responsabilidades y plantearnos nuevas metas) y por último la madurez sexual (capacidad para entregarse a nuestra pareja en la intimidad).
Pero a mucha gente le resulta muy complicado madurar en pareja porque los miedos le dominan y la inmadurez de uno de los miembros de la pareja trae consigo una falta de tolerancia y un aumento de las exigencias que acaban por terminar con la relación.
Una de las causas principales de la inmadurez en la pareja es el miedo al compromiso. A menudo vemos cómo muchas relaciones terminan mal y tenemos miedo a comprometernos porque lo que en fondo tenemos es miedo a salir dañados.
A la hora de abordar el miedo al compromiso y la madurez, existen diferencias entre hombres y mujeres. La mujer tiene más prisa por tener hijos por cuestiones biológicas y cuando llega a una determinada edad busca una pareja y un padre para sus hijos. Eso hace que sean más maduras en una relación. Son por tanto capaces de encontrar con mayor soltura soluciones a los problemas, de ser más tolerantes con las opiniones contrarias a las suyas, poseen en general más paciencia y recurren con mayor frecuencia al perdón.
La educación que recibimos hombres y mujeres también nos marca. A menudo los hombres tienen más miedo al compromiso porque están menos educados desde lo emocional y muchas veces lo que tienen es miedo a perder la libertad. Es ese falso mito de que al comprometerte, pierdes la independencia. También surge el miedo a perder la libertad de los sentimientos.
Otro error muy extendido es el miedo a que la relación desaparezca cuando lo haga el amor, pero lo que en realidad desaparece es el enamoramiento. En una relación madura con el tiempo el enamoramiento disminuye en favor del amor.
La convivencia es una prueba de fuego para la madurez de una pareja pues exige diariamente tolerancia, respeto y diálogo.
La llegada de un hijo es otro momento que somete a examen la madurez de toda pareja. Este acontecimiento puede forzar a uno de los miembros de la pareja a madurar o ser una razón más para no hacerlo debido al miedo que despierta la responsabilidad de convertirse en padre. Los expertos señalan que a menudo la paternidad es entendida como el fin de la independencia, lo cual trae consigo cierta angustia. Para superar esta situación es necesario reacomodarse, asumir que se posee una nueva identidad y reescribir la relación con la pareja.
Identificado el origen de nuestro miedo a madurar tenemos dos opciones: superarlo o huir.
Si optamos por superarlo debemos tener claro que madurez y compromiso van de la mano. Una persona madura entiende que en toda relación hay momentos buenos y malos, y cuando surgen los malos trata de solucionarlos. Una actitud inmadura por el contrario, opta por terminar con la relación en lugar de salvarla.
Entregarse al compromiso hace que la pareja crezca y madure. Se llega a un momento en que no hay nada que demostrar, las dos personas que componen la pareja se conocen perfectamente y pueden disfrutar de la relación sin presión. Será entonces cuando nuestra pareja se convierta además en nuestro compañero de vida.