Llamamos Inteligencia social a la capacidad para establecer relaciones satisfactorias con las personas de nuestro entorno, algo para lo que nuestro sistema neuronal parece estar programado pues se sabe que nuestro cerebro establece un vínculo intercerebral con las personas con las que nos relacionamos.
Cuanto mayor es el vínculo emocional que nos une a alguien mayor es su impacto tanto positivo como negativo sobre nosotros. Pero este vínculo es un arma de doble filo porque si se trata de relaciones positivas afectarán positivamente a nuestra salud, pero si se trata de relaciones tóxicas acabarán envenenando nuestro cuerpo.
Las interacciones sociales funcionan como moduladores que regulan constantemente nuestras emociones. Las sensaciones que resultan de dichas interacciones repercuten en todo nuestro cuerpo enviando una descarga hormonal que regula el funcionamiento de nuestro cuerpo.
Para ser socialmente inteligentes hay que desarrollar ocho habilidades básicas que nos ayudarán a crear y mantener relaciones profundas, gratificantes y enriquecedoras.
Estas ocho habilidades básicas a su vez están divididas en dos categorías: conciencia social y la aptitud social.
La conciencia social nos permite comprender el estado interior de los demás y está formada a su vez por las siguientes habilidades:
- Empatía básica: capacidad para detectar de forma intuitiva las expresiones fugaces en los demás que nos permiten percibir las emociones ajenas. Esta capacidad es propia de las personas más sensibles y suele ser más propia de las mujeres que de los hombres.
- Sintonía: consiste en la habilidad para dejar de lado nuestras preocupaciones y escuchar de manera atenta y verdadera a los demás. Se trata de sintonizar con los sentimientos del otro, permitiéndole expresar lo que tenga que decir. Cuando este tipo de escucha se da en ambas direcciones se establece un auténtico diálogo en el que los participantes adaptan sus comentarios a lo que el otro siente y dice.
- Precisión empática: comprensión más explícita de los motivos que hay debajo de los sentimientos. La precisión empática es una de las claves del éxito de un matrimonio, especialmente en los primeros años.
- Cognición social: consiste en el conocimiento del funcionamiento del mundo social, de sus reglas y su dinamismo en cada momento. La comprensión que tenemos del mundo social depende de nuestra forma de pensar, de nuestras creencias y de lo que hayamos aprendido sobre las normas y reglas sociales que se imponen en las relaciones interpersonales.
La aptitud social nos permite interactuar eficazmente a partir de esa conciencia social y está formada a su vez por las siguientes habilidades como la sincronía, la presentación de uno mismo, la influencia y el interés por los demás.
- Sincronía: Esta aptitud nos permite sintonizar de forma no verbal con las personas con las que nos relacionamos. Para ello es necesario leer instantáneamente los indicios no verbales (una sonrisa, un gesto con la cara…) y actuar en consecuencia, sin pensar en ello.
- Presentación social: Permite transmitir en cada ocasión la impresión deseada. El carisma es un aspecto de la presentación de uno mismo y se asienta en la capacidad de despertar en los demás las emociones que uno mismos experimenta. La capacidad de "controlar y encubrir" la expresión de las emociones es para algunas personas clave para la presentación social. Quienes poseen esta habilidad se muestran muy seguros de sí mismos.
- La influencia: Consiste en el buen uso del tacto y el autocontrol. Quienes poseen esta actitud causan una impresión más favorable en los demás puesto que resultan más fiables y amables. Quienes poseen influencia confían en que la conciencia social guía sus acciones.
- Interés por los demás: La empatía necesita ir acompañada por un genuino interés por los demás que conduzca a ayudar a quien tiene problemas. Este interés refleja la capacidad de compasión que posee una determinada persona. Las personas antisociales se caracterizan por tener un gran déficit de esta capacidad.