Horóscopo de Hoy

La alimentación de tus hijos

La alimentación de sus hijos es una de las cuestiones que más importan a padres y madres y también que más quebraderos de cabeza les supone, especialmente cuando son pequeños.

En los casos en los que los bebés no comen lo suficiente, es común que los padres les obliguen a comer con más o menos éxito, pero sin embargo resulta curioso que aunque parezca que no comen lo suficiente, crecen sanos y llenos de energía. La respuesta está en la desproporción que existe entre lo que los padres creen que un niño debe ingerir y lo que éste realmente necesita.

Hace un siglo los expertos recomendaban la lactancia materna absolutamente exclusiva durante todo el primer año de vida. La causa estaba en que en aquella época el agua potable tenía pocas garantías de ser apta para el consumo, no existía la leche pasteurizada y tampoco neveras para conservar la carne y el pescado en condiciones óptimas.

En las décadas siguientes se extendió el uso del biberón y con él los graves déficits de nutrientes pues la leche de biberón de hace 80 años no era tan completa como la de ahora. Surgieron las papillas precoces para niños de menos de tres meses y las cantidades recomendadas de éstas eran terriblemente exageradas pues estaban basadas en estudios erróneos y eran muy superiores a las necesidades calóricas reales de los niños de la época. Esto se traducía en niños que no comían la cantidad recomendada y padres que se desesperaba pensando que su hijo no crecería sano y fuerte porque no estaba comiendo lo suficiente.

Niño comiendo

Más tarde, a medida que los fabricantes de leche para el biberón fueron añadiendo los diversos nutrientes a sus productos y enriqueciéndola, las papillas precoces perdieron toda su utilidad. Poco a poco se fueron retrasando las primeras papillas y hoy en día se recomienda no dar a los bebés nada más que el pecho o el biberón hasta los seis meses.

Tras los seis meses el niño está preparado para empezar a comer fruta o cereales en forma de papilla pero el ideal es que lo haga en la cantidad que quiera y en el momento que quiera sin seguir un horario fijo.

Por otro lado, según los niños van creciendo, los padres tienden a pensar que deben comer cada vez más y esto es un error.
También hay niños que rechazan las papillas y prefieren empezar a probar lo mismo que comen sus padres ya que a través de la leche materna, han conocido los diferentes sabores y por tanto no les resulta extraño probar un plato de lentejas trituradas.

Poco antes o después del primer año los niños suelen tratar de comer por sí mismos. Intentan tocar la comida, experimentan con ella, se la llevan a la boca, tratan de masticarla y de tragarla. Si se le niega esa oportunidad y se les da toda la comida triturada corremos el riesgo de que hacia los dos o tres años se hayan acostumbrado a que no tengan que hacer ningún tipo de esfuerzo y sean incapaces de aprender a masticar, vomitando la comida que no esté triturada.

Pero sin duda el error más común es tratar de obligar a un niño a que coma, tanto si es comida triturada como sin triturar. No resulta recomendable jamás. Ni por las buenas con premios y distracciones ni mucho menos por las malas con gritos, fuerza física, castigos, amenazas o chantajes. Es inútil y contraproducente y solo podemos lograr que coja fobia al momento de sentarse a la mesa. Resulta mucho más pedagógico respetar su propio ritmo y no forzarle a comer si no tiene hambre, evitándole el sufrimiento de obligarle a comer.