Horóscopo de Hoy

Haz las paces con tu madre

La relación que establecemos con nuestra madre desde que estamos en su vientre es un vínculo que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida. Es la primera presencia que percibimos y durante toda su vida un referente para nosotros.

Puesto que la relación madre - hijo es una de las más importantes en la vida de una persona y con frecuencia puede ser también problemática y generadora de emociones, dependencias y conflictos que no nos dejen desarrollarnos libremente como adultos. Resolver esos conflictos es imprescindible si queremos crecer, especialmente si una parte de nosotros se ha quedado enganchada a una fase de nuestra infancia.

Pero la forma en que percibimos a nuestra madre no es la misma durante toda nuestra vida y lo normal y sano es que vaya cambiando con la evolución que experimentamos con el paso del tiempo así como con nuestra edad. Hasta los seis años una madre lo es todo, después el niño poco a poco no necesita pasar tanto tiempo con su madre puesto que empieza a construir su círculo social, en la adolescencia le considera "un estorbo" y cuando llega a la edad adulta la relación alcanza la armonía y es capaz de tratar a su madre de igual a igual.

Madre madura e hija

Por lo tanto, la naturaleza del vínculo madre - hijo es de por sí conflictiva porque comienza con una absoluta dependencia y posteriormente se vuelve opuesta. Pero fuera de este grado de conflicto considerado como normal pueden darse hasta cuatro perfiles básicos de madres muy conflictivas:

- La madre víctima: transmite a sus hijos lo mal que le ha tratado la vida. Son las eternas víctimas de sus padres, de su marido, del destino… madres que provocan en sus hijos la necesidad de compensarlas, obligan a sus hijos a hacerse cargo de su bienestar.
Los hijos se sienten atrapados en un círculo vicioso en el que todo gira en torno a su madre, piensan que no pueden dejarla sola y son incapaces de reconocer el victimismo de su progenitora porque creen que hacen lo que debe hacer. Este es el tipo de relación que generará más problemas en el matrimonio de los hijos.

- La madre que provoca culpabilidad: el hijo se ocupa de ella por no escucharla o por no sentirse culpable, pero a diferencia de con la madre víctima, siente cierto rechazo hacia ella. Puesto que aquí sí es consciente del comportamiento de su madre, puede llegar a ser capaz de tomar una cierta distancia y mantener una relación sana.

- La madre dominante: son madres controladoras en todos los aspectos desde que sus hijos son muy pequeños que mantienen esta actitud durante la adolescencia y la vida adulta de sus hijos. Normalmente los hijos detestan a este tipo de madre pero sin embargo no pueden dejar de obedecerlas porque están literalmente sometidos a ellas.

- La madre no maternal: son madres que durante la infancia no tuvieron tiempo para el cariño, el juego o el diálogo con sus hijos. En este tipo de relaciones los niños se sienten faltos de afecto durante la infancia y la adolescencia y que cuando son adultos, deciden tomar distancia afectiva de ella.

Identificar en nuestra madre uno de estos patrones o varios, puede ser duro, pero es el primer paso hacia un camino de reconciliación y reencuentro con ella, que aunque no será fácil (a menudo implica volver a empezar en numerosas ocasiones) seguro que merecerá la pena.

Ese camino de volver a empezar con nuestra madre implica ser capaces de juzgarla objetivamente con sus aciertos y errores, cancelar tus deudas con ella y las suyas contigo, agradecerle de forma sincera todo cuanto te dio y perdonarle si hubo algo que no te supo proporcionar. No se trata de reprochar sino de reconocer que como adultos que somos en de aquí en adelante nuestra felicidad es solo responsabilidad nuestra.