Vivimos en una sociedad competitiva en la que todo el mundo elogia al ganador y en la que cualquier atisbo de inseguridad está mal visto. Todo el mundo quiere ser una persona segura para ser querido y aceptado socialmente, y por eso si alguien no lo es, tratará de parecerlo intentado que su vulnerabilidad o sus temores no se vean. Algo que por otro lado no le llevará a ser más seguro sino a bloquear su mundo psíquico y emocional
Debemos tener en cuenta que la inseguridad es inherente al ser humano. Todo el mundo lo es aunque trate de disimularlo por los motivos ya expuestos. No existen las personas que no dudan, no temen o no saben lo que es sentirse inseguros. La inseguridad puede manifestarse de muchas formas. Haciendo que pospongamos decisiones importantes, impidiéndonos saber qué debemos hacer, evitando que pasemos a la acción y confiemos en nuestros resultados, haciendo que nos bloqueen las críticas ajenas...
Existen dos grandes fuentes de inseguridad. La primera es no valorarnos lo suficiente. Dicha seguridad tiene su base en el afecto, respeto y cuidado que nos transmitieron nuestros padres por nosotros mismos. Si como adultos no hemos aprendido a sentirnos valiosos por nosotros mismos es probable que busquemos modelos. Es decir que deseemos ser como otras personas que veamos como seguras de sí mismas. Personas a las que idealizamos y que acaban por convertirse en una meta inalcanzable que solo nos genera sufrimiento. Hay quien en lugar de buscar un ideal al que tratar de parecerse busca una persona que le haga sentir querido y seguro. Sin ser consciente de que la causa de su inseguridad está en su interior y que con esa persona a la que se aferra está cayendo en una situación de dependencia emocional.
La segunda fuente de inseguridad es la no aceptación de la incertidumbre como un componente esencial de la vida. La inseguridad está relacionada con el futuro, con lo que no ha ocurrido y no sabemos si ocurrirá y cuando la experimentamos nos alejamos del presente.
Las personas tendemos a pensar que si pudiéramos controlar el futuro podríamos saber qué hacer y qué no hacer y por tanto viviríamos una vida segura. Pero puesto que esto no es posible, no aceptar la incertidumbre nos hará vivir más inseguros aún y aceptarla, más seguros. Parece una paradoja, pero aceptar que la vida es una sucesión de incertidumbres y que hay muchos factores que no dependen de nosotros y que no podemos controlar, nos ayudará a que nos concentremos en lo que nos atañe a nosotros, en nuestros recursos y posibilidades y cuanto más nos conozcamos en nuestras posibilidades y también en nuestras limitaciones más nos valoraremos y más seguros nos sentiremos.
Para aprender a lidiar con nuestras inseguridades y temores y ganar en seguridad podemos seguir esta serie de pautas:
- Explorar nuestro mundo interior para conocer nuestros recursos y nuestras limitaciones.
- Aceptarnos tal y como somos, con esas virtudes y carencias, seguros frente a algunas cosas e inseguros frente a otras. No aspirar a ser ningún otro (menos aún un ideal inalcanzable).
- Asumir que en la vida hay muchas cosas que se escapan a nuestro control y tolerar la incertidumbre o la perplejidad como emociones naturales sin luchar contra ellas.
- Concentrarnos en las cosas que sí dependen de nosotros y sentirnos satisfechos con los procesos y no solo con los resultados. Hacer las cosas con el corazón sin buscar un resultado determinado a toda costa. Porque cuando nos apegamos al resultados y a cómo nos valorarán los demás estamos volviendo a acercarnos a la senda de la inseguridad que nos hará sentir tristes e impotentes.
- Arriesgarnos y equivocarnos, es decir, atrevernos poco a poco a hacer las cosas que nos dan miedo (desde una actitud comprensiva y no impositiva). Porque solo a través de la acción podremos aprender y desde ahí saber cómo se hacen las cosas y adquirir mayor seguridad.