Nacemos siendo flexibles en todos los sentidos. En sentido físico, psíquico y también emocional. Esto explica porque los niños pueden tocarse la frente con el pie, pasar en un instante de la alegría a la tristeza, aprender rápidamente un idioma o quedarse dormidos en cualquier lugar.
Pero con la edad la rigidez aumenta de forma natural mientras que conservar la flexibilidad requiere de una serie de cuidados extra. Como consecuencia nos cuesta cambiar, abandonar nuestros hábitos ya asentados y adaptarnos a las nuevas situaciones. Buscamos tener el control de todo y puesto que esto no es posible, acabamos cayendo en la frustración y en la tristeza y a menudo abandonamos la idea de perseguir nuestros sueños.
Tras la rigidez se esconde la inseguridad y el miedo y por ello el mejor remedio para acabar con la rigidez es la cultivar la confianza. Si pensamos que la vida encierra algo temible, es evidente que nos dará miedo alejarnos de nuestro círculo de seguridad.
Aunque la rigidez hasta cierto punto es necesaria, cuando resulta excesiva nos lleva a crearnos problemas artificiales. Puesto que no somos capaces de creer en la naturaleza y en su equilibrio también somos incapaces de ver los sencillos canales por los que deberían transcurrir las emociones y las pasiones. Así por ejemplo, por miedo a afrontar nuestra timidez nos negamos a hablar en público o preferimos no tener pareja por miedo a sufrir por amor. Enfrentarnos a estas emociones desagradables hace que nos superemos y descubramos una cualidad que creíamos no tener abriéndonos así a una nueva experiencia vital.
Aprender a ser más flexible en un sentido psicológico significa hacer nuestra fuerza de voluntad menos quebradiza, más realista, amable y positiva con nosotros mismos y con los demás. Aprender a fluir con el universo, en definitiva. Esta serie de pautas nos ayudarán a ello:
- Creer en la bondad genuina de las personas y del mundo: Si pensamos que existen buenos y malos tendremos la necesidad de defendernos y surgirá la rigidez en forma de una armadura que nos impedirá ser felices.
- Cultivar la paciencia: cuando nos encontremos en una situación desagradable de espera, enfado o frustración la paciencia nos será realmente útil puesto que nos ayudará a fluir y afrontar mejor estas situaciones.
- Aceptar los cambios: Hacerlo no significa ser conformistas sino tener presente que hay muchas formas constructivas de afrontar una situación inesperada. Una de ellas consiste en buscar cinco alternativas para solucionar un problema. Aunque nos quedemos con una sola (la más adecuada) en caso de que esta falle tendremos otras cuatro en reserva que podrán proporcionarnos los resultados satisfactorios esperados.
- Tolerar el sufrimiento: Si aceptamos el sufrimiento y las sensaciones que nos provoca veremos como las emociones pasan. Pero si intentamos huir o suprimir esas sensaciones a toda costa éstas se convertirán en tabús amplificándose en algún lugar recóndito de nuestra psique. La actitud más sabia es aceptar esas emociones dejando que fluyan y que se desvanezcan por sí solas.
- Asumir las posibles pérdidas: La mayoría de logros dependen de saber mantener una perspectiva amplia admitiendo ciertas pérdidas a fin de conseguir un beneficio mayor.
- Aprender a negociar: En las situaciones complicadas entre varias personas la negociación es una herramienta muy eficaz para entenderse. Se basa en la idea de renunciar a una parte de las propias pretensiones para satisfacer las del otro y viceversa.
- Trabajar nuestro cuerpo: puesto que cuerpo y mente están estrechamente relacionados, trabajar la movilidad de articulaciones y músculos a través de técnicas como el yoga, tai-chi o los estiramientos induce a estados mentales de mayor apertura mental.