La belleza es en opinión de mucha gente una respuesta ante lo que nos parece visualmente estimulante. Una experiencia concreta que se da de un modo ocasional provocada en la mayoría de los casos por la naturaleza o el arte. Cuando por ejemplo contemplamos un cuadro, escuchamos una canción o vemos una película.
Pero para otros la belleza puede estar en cualquier experiencia que provoque sensación de armonía, sea cual sea. Hablamos de una llamada inesperada, un día soleado, la belleza interior de otra persona, un acto de valor o de bondad, etc. Quienes piensan de este modo coinciden en señalar que la belleza se trata de un factor fundamental de nuestra esencia y que afecta a todos los aspectos de nuestra existencia.
Por ello, dada su importancia, deberíamos concederle un lugar importante en nuestra vida de la misma forma que se lo proporcionamos a la nutrición o al sueño. Pero pese a tener de forma natural esta necesidad de apreciar la belleza a veces las prisas y preocupaciones de la vida cotidiana hacen que lo olvidemos y cuando olvidamos la belleza terminamos por caer en el aburrimiento y la monotonía y nuestros problemas terminan por preocuparnos aún más.
La belleza hace que conectemos con nuestros sentimientos, por lo que sin ella contemplamos el mundo como algo insípido y sin interés. La belleza cura, estimula e inspira. Nos ayuda a permanecer a flote cuando la suerte no nos acompaña, y a ser fuertes y optimistas en la adversidad. La ausencia de belleza nos deprime y entristece, trastorna nuestro mundo interior provocándonos caos.
Para algunas personas las experiencias estéticas (experiencias en las que encuentran la belleza) son muchas y estas no dejan de aumentar día a día mientras que para otras en cambio solo son un pequeño grupo de experiencias. Es decir, la escala estética para algunas personas es grande y para otras pequeña.
Nuestra vida será mucho más rica y armoniosa cuanta más belleza seamos capaces de apreciar, porque además la belleza influye en nuestras relaciones. Las personas con un alcance estético amplio tienen una mayor capacidad para entender a los demás puesto que tienden más a la empatía y son más creativos y adaptables.
Por otro lado la belleza nos da acceso a otras culturas. Ser capaces de contemplarla nos permite apreciar todo lo que nos llega (todo tipo de música, de literatura...)
Por contra, quienes tienen una escala estética más pequeña también tienen una personalidad limitada. Viven con miedo a perturbar su equilibrio interior. Viven en permanente insatisfacción. No disfrutan de nada porque nada les hace experimentar armonía.
Peor afortunadamente, si somos conscientes de que pertenecemos al grupo de personas que solo encuentran la belleza en unas pocas experiencias y queremos cambiar, podremos hacerlo. La forma de aumentar nuestro alcance estético pasa por despertar nuestros recuerdos de infancia, porque los niños perciben las cosas con frescura y pureza y los adultos con el tiempo dejamos de sorprendernos por aquellas cosas que en su día despertaron nuestra admiración.
Junto con esto es preciso también que seamos capaces de volver a la naturaleza para percibirla a través de nuestros cinco sentidos. Hay expertos que señalan incluso, que estar separados de la naturaleza nos enferma y nos provoca estrés, ansiedad o depresión y que la causa reside en que nos alejamos del origen de la vida.
De modo que tal vez deberíamos volver a esforzarnos por apreciar la belleza de un cielo estrellado, el olor a tierra mojada, el azul del mar, el olor de una flor… Cosas que nos proporcionan sensaciones agradables y cuya belleza solo seremos capaces de contemplar si ésta existe en nuestro propio espíritu.