Horóscopo de Hoy

La importancia de hidratarse bien

El agua es el principal componente de nuestro organismo. Aproximadamente entre dos terceras y dos cuartas partes él están formadas por agua.

El agua ejerce muchas funciones, muchas de ellas a nivel celular o molecular (como por ejemplo el transporte de las sustancias de desecho), y además ayuda a regular la temperatura corporal ya que el calor se disipa a través de la sudoración.

Además de ser el componente mayoritario de nuestro cuerpo, el agua es también el más necesario (como máximo el ser humano puede aguantar una semana sin beber) y el que sufre mayor recambio en el organismo.

El agua más recomendable para beber es aquella que contenga pocas sales minerales y esté libre de contaminantes. En general resultan más recomendables las aguas de baja mineralización con un residuo seco inferior a 500 mg/litro. Ya que cuanto menos residuo contenga, más ligera resultará en la boca. Todas las aguas embotelladas son buenas, aunque siempre son mejores las que proceden de manantial que las potabilizadas, pues estas últimas han sufrido un proceso mayor de manipulación para convertirse en agua aceptable.

En verano, con el calor, aumenta nuestra sed y también el riesgo de padecer deshidratación. Es por ello que debemos beber más agua pero siempre en función de nuestras necesidades. Si normalmente existe la recomendación general de beber entre 2-3 litros diarios para un adulto por día, en verano es habitual que esta cantidad aumente, pero depende de cada persona puesto que hay quien bebe más y quien bebe menos. Si nos sentimos hinchados puede que nuestro cuerpo nos esté diciendo que ya hemos bebido bastante.

Mujer hidratándose

Además, en verano es también importante que nos hidratemos externamente puesto que nuestra piel se reseca más al estar en contacto con el sol, el viento, el agua del mar o el cloro de la piscina. Es fundamental aplicar crema hidratante para mantener un buen equilibrio hídrico en la piel.

Con la práctica de deporte también conviene que repongamos el gasto que hacemos de agua. En una hora de ejercicio nuestro cuerpo puede perder hasta un litro de agua. Se calcula que una pérdida del 2% de agua provoca en el organismo problemas para mantener la temperatura corporal y que se entra dentro del campo de la deshidratación. Cuando la pérdida de agua llega al 6% se considera incompatible con la vida.
La deshidratación provoca cansancio, dolor de cabeza y malestar general y afecta a las capacidades físicas y mentales.

Cuando se pierden cantidades importantes de líquido al practicar ejercicio intenso, no conviene beber solo agua sino además reponer las sales que se hayan ido perdiendo. Se recomienda añadir al agua algún carbohidrato (miel o azúcar), una pequeña cantidad de sales (sal común o bicarbonato de sodio) o ácidos orgánicos (como los presentes en las frutas). La adición de azúcares ayuda a conservar las reservas de glucógeno hepático, lo que evita el riesgo de sufrir hiponatremia.
Otra buena solución para rehidratarse son los caldos vegetales las tisanas (preferiblemente sin cafeína) o los jugos de frutas naturales. Las tres opciones aportan las sales y elementos antioxidantes necesarios.

Por otro lado existe una cierta paradoja respecto a quienes sufren retención de líquidos. En contra de lo que se pueda pensar, no existe una base científica que aconseje a estas personas beber menos líquidos ya que la retención de líquidos suele estar relacionada con la ingesta de sales (especialmente sales con sodio) y con factores personales y hormonales o bien con un insuficiente drenaje venoso de los ganglios y vasos linfáticos.

Por último, aclarar que aunque tiende a pensarse que el agua adelgaza porque en las dietas adelgazantes se recomienda consumir bastantes líquidos, esto no es del todo cierto. Lo que sucede es que consumir una cantidad generosa de agua puede ayudar en las dietas de adelgazamiento a quemar alguna caloría suplementaria y además tomada antes de las comidas tiene un efecto saciante.