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El poder del tacto

En un mundo deshumanizado como en el que vivimos el tacto parece un sentido olvidado y con él, la cercanía, la intimidad y la calidez que nos permite establecer con los demás. Quizá no siempre seamos capaces de reconocer esa falta de tacto y de contacto físico, pero a todos nos afecta en alguna medida puesto que el tacto es una fuente de equilibrio psíquico y físico.

Cuando hablamos de contacto físico, nos referimos a algo más profundo que la mera interacción de una piel con otra. Tiene que ver con admitir que somos vulnerables y con que necesitamos el contacto humano. Pues en palabras de los propios expertos "la falta de contacto físico es tan perjudicial para nuestra salud como la falta de vitamina C"

En nuestros primeros años de vida, el contacto con nuestra madre juega un papel fundamental en nuestro desarrollo. Desde el mismo momento en que llegamos al mundo se establece un vínculo especial entre madre e hijo que hace que hace que ambos nos comportemos como una unidad, unidos por lazo intuitivo y extrasensorial que va más allá del intelecto. Está demostrado que los niños que crecen sin contacto físico pueden sufrir más adelante trastornos emocionales como la depresión así como un desarrollo incompleto del cerebelo. Problemas que no solo le perjudicarán a él el día de mañana, sino a toda la sociedad.

Pareja dándose un abrazo

La importancia del contacto físico se explica en el hecho de que cuando se recibe de forma agradable, liberamos oxitocina, y esta a su vez hace que tengamos mayor necesidad de tacto. Además, se afianzan los lazos de intimidad entre las dos personas y somos más conscientes del mundo que nos rodea puesto que el tacto en su sentido amplio, incluye la conexión con el propio cuerpo y con el entorno.

Además, el contacto físico nos permite conectar con nosotros mismos y también con los demás pues podemos ser capaces de contagiar nuestro estado de humor a alguien que por ejemplo, esté triste, con un abrazo cálido. Precisamente los abrazos tienen un gran poder anti estrés. Podemos experimentarlo llevando a cabo una técnica que supone abrazar a un ser querido entre 20 y 60 minutos de manera que uno ejerza el papel de "abrazador" y otro el de "abrazado".

Otra forma de trabajar el contacto físico es a través del masaje. Este permite que se reduzcan de los niveles de cortisol y norepinefrina (hormonas de la ansiedad y el estrés) y se produzca una sensación de vitalidad y bienestar. Pueden curar muchas dolencias del cuerpo y de la mente.

Para recuperar nuestra habilidad para contactar con los demás basta con dejarse guiar por el impulso que brota de nuestro corazón de una forma sincera. Sin miedo a dar y recibir afecto. Podemos seguir además, esta serie de consejos:
- Busca la armonía: renuncia a toda clase de violencia física o verbal. Necesitas comprometerte con la paz en tu vida cotidiana para que el afecto fluya a tu alrededor.
- Empieza con palabras: puedes empezar el contacto con los demás a través de palabras de afecto y cariño para poco a poco ir incrementando tu radio de acción hasta llegar al contacto físico.
- Declara tus sentimientos: expresa lo que sientas y comprobarás como no solo te sientes mejor, sino que además, esto invita a los demás a hacer lo mismo.
- Respeta los límites de los demás: entiende que no todo el mundo puede asumir cualquier expresión de afecto. Nunca fuerces a nadie a recibir un abrazo o un beso porque solo produce el efecto contrario: desconfianza y rechazo.
- No conviertas el afecto en una moneda de cambio: muchos padres caen en negar afecto a sus hijos cuando estos se portan mal. Pero el mensaje que capta el niño es que ese amor que le dan no es sincero, puesto que cuando se portan mal sus padres ya no les quieren. En lugar de caer en esta actitud, debate, negocia, exige… pero deja claro que el amor sigue estando ahí.